Continuidad y cambio en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM


Pedro Ángeles Jiménez

Coordinador del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint

La presente lectura fue hecha en el marco del Décimo Encuentro Nacional de Fototecas, realizado el 22 de octubre de 2009 en el Teatro Guillermo Romo de Vivar de la ciudad de Pachuca, Hidalgo, dentro de la mesa “La Fotografía en los archivos del siglo XXI”



Antes que nada, debo decir que resulta estimulante compartir con Ustedes esta serie de reflexiones en el marco del ya tradicional Encuentro Nacional de Fototecas, y cuánto más, entre los trabajos de esta mesa, titulada “La Fotografía en los archivos del siglo XXI”. Como verán, muchas de las inquietudes que expondré se derivan de los trabajos que se han venido implementando en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint desde antes que tuviera la oportunidad de ocupar su coordinación. Coincidiendo con la década de encuentros que se festejan aquí, las presentes líneas pretenden recapitular brevemente sobre los últimos 10 años en el quehacer del Archivo.

Por supuesto, que en el título de esta mesa aparezcan las palabras ”siglo XXI” puede resultar intimidante, pues fácilmente se evocan imaginarios futuristas, y para muestra un botón: recordarán que el futuro de replicantes descritos en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los robots con ovejas electrónicas? y su secuela Blade runner, se desarrolla en la ciudad de Los Ángeles, ubicando su acontecer en el ya muy próximo 2018.

Al menos para mí, resulta tranquilizador que a tan sólo 9 años de distancia, las descripciones hechas en esas obras no acontecerán, o sólo parcialmente, y que la ciudad de Los Ángeles, seguirá siendo bastante parecida a la que hoy veríamos en una visita. Podríamos afirmar, inclusive, que los oscuros paisajes urbanos en los que actúa Harrison Ford, quedarán restringidos a los sets hollywoodenses, y que su figuraciones sólo serán, como la Metrópolis de Fritz Lang, otro devaneo futurista al que debemos convertir, si fuera posible, en algo más prometedor… aunque… sin duda podrá sorprendernos que el actor que caracterizó Terminator hoy gobierne el estado de California. Después de todo “la realidad supera a la fantasía”, pero el quehacer cotidiano de nuestros archivos deberá plantearse sobre las bases de una realidad algo más objetiva, en la que deberemos trabajar incansablemente, con fin de trazar más certeros presentes.

1999-2009. Recuento de una década

En lo que concierne a la imagen, al menos desde hace una década hemos podido apreciar un hecho extraordinario, que ha afectado profundamente a nuestro Archivo Fotográfico: la transición de la imagen argéntica a la digital. Este proceso, en un momento ajeno a nosotros, tuvo su origen en las decisiones de las grandes industrias que controlan la producción de los aparatos y suministros fotográficos para la creación de las imágenes, quienes dejaron a un consumidor expectante por recibir los beneficios de esa nueva tecnología, y tener que desarrollar los conocimientos para manejar esos nuevos mapas de bits.

La transformación parecería no tener precedente. De hecho, antes de 2005, muchos elementos fortalecían la apariencia de una industria bien consolidada; en todo el mundo se sabía qué era una película de 35 milímetros, un asa 100, un f11 con un 125 de velocidad. Sólo que, si se pone atención al comportamiento mismo de la innovación tecnológica, veremos que desde sus orígenes, en la historia de los procesos fotográficos existe un continuo que llevó de una técnica a otra, dejando obsoleta a la anterior, y la mayoría de las veces debido no necesariamente a su calidad, si no a factores como sus costos de producción, a un manejo más fácil o eficiente de soportes y procesos químicos, o a la manipulación de las cámaras; todo ello, merced a las condiciones de un mercado cada vez más global, y a la necesidad de imágenes cuya obtención necesita ser más inmediata, con la capacidad de llevarse o transmitirse a distancias más grandes.

¿Cuántos procesos antiguos conocen ustedes, que no hayan caído en la vorágine destructiva de ese mercado? Pero qué duda cabe que las imágenes, soportadas en su frágil materialidad, nos resultan importantes y vemos en ellas sus diversos valores; de ahí se derivan todos nuestros esfuerzos por catalogar, documentar, conservar y difundir nuestras fotografías. Enmarcados en la complejidad de esa transición, me permito mencionar, desde mi archivo, tres acontecimientos de los que hemos sido testigos y que nos han marcado pautas, mismas que seguramente nos darán materia para seguir la reflexión de esta década.

  • Entre 1999-2000, el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint inició el proyecto Banco de imágenes del patrimonio artístico mexicano. Entonces, el CONACYT proporcionó un financiamiento con el que se adquirió una serie de equipos destinados a la creación de nuestro primer proyecto de digitalización.
  • El 15 de julio de 2003, la empresa Kodak anunció que suprimiría su línea de producción de proyectores de diapositivas para junio de 2004. Al lado de ese anuncio, seguiría la paulatina desaparición de diferentes suministros fotográficos producidos por esa empresa y, posteriormente, el cierre de sus fábricas y oficinas en la ciudad de México.
  • La decisión, en enero de 2009, con la que el Archivo Fotográfico anunció a sus usuarios que cancelaría el préstamo de diapositivas a domicilio, a partir diciembre de 2010.

Por sí mismos, cada uno de estos acontecimientos son ejemplares ya que marcaron un hito al Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, el que debido a su vocación, de manera continua y desde su formación institucional en el año de 1954[1], se convirtió en el repositorio de las imágenes fotográficas del Instituto de Investigaciones Estéticas, para proporcionar a sus académicos ‑especialmente por medio de diapositivas-, esa herramienta indispensable para la investigación, la docencia, la difusión de la historia del arte y la conservación y defensa del patrimonio artístico mexicano.

Del primer acontecimiento señalado a la fecha, se aprecian ya varios resultados. Al lado del desarrollo de métodos de descripción mediante bases de datos, aquélla fue la primera ocasión en que las tecnologías de la información arribaron al Archivo, planteando problemas que en diferentes niveles dinamizaron la relación entre la efímera imagen argéntica y la volátil imagen digital, revelándose a nuestros ojos la importancia que tiene la representación de una imagen analógica en bits.

Además, hubo que establecer diferentes parámetros de trabajo, algunos de ellos aún en movimiento: formas de almacenamiento y administración, que siguen en franca transformación, tamaños de archivos, modelos de color, formatos y tantos y tantos conocimientos, que obligaron a buscar el consecuente desarrollo de una base tecnológica que implicó tanto el acceso a sistemas de red como a la posibilidad de contar con servidores y sistemas RAID. Un proceso que en su propia evolución ha mostrado dificultades obvias, pero también considerables avances.

No está de menos mencionar que el proyecto Banco de imágenes del patrimonio artístico mexicano, tuvo por objetivo demostrarle al Archivo para qué servía la imagen digital; lo que no esperábamos era que la respuesta se multiplicara de tal forma que, al día de hoy, ya todo su personal cuenta con una computadora de escritorio conectada a Internet y a nuestro sistema de cómputo, en cuyos servidores manejamos la captura de nuestra base de datos y la evolución de su conceptualización, así como también las herramientas con las que implementaremos las nuevas formas de consulta y administración de las más de 750,000 imágenes argénticas que resguardamos, además de aquellas imágenes que ya siendo “nativas digitales”, llegan a sumar riqueza y problemas a un archivo que siempre se ha distinguido por acrecentar sus fondos, sea por donación y ocasionalmente a través de compras “simbólicas”; pero, sobre todo, por la producción natural que se deriva de las necesidades de la investigación académica de nuestra institución.

Si alguien hubiera dicho allá por enero de 2003, que la diapositiva dejaría de ser el principal vehículo de transmisión de la imagen para clases y conferencias, lo hubiéramos considerado una broma. Piensen que durante buena parte de su existencia, nuestro Archivo tuvo como fundamento acrecentar su patrimonio fotográfico, justamente con ese vehículo que, privilegiadamente, se convirtió en la única posibilidad de llevar a las aulas el imaginario de las obras de arte convertidas en imagen, y que el formato de diapositiva en 35 mm a color, campeó en México desde los años cuarentas, con el arribo de películas fotográficas como la Kodachrom[2], de calidad increíble. Por esa razón, durante poco más de 50 años, conocimos al Archivo Fotográfico Manuel Toussaint de manera doméstica como “la fototeca”, que acrecentó sus fondos de diapositivas con más de 460,000 ejemplares, los cuales cotidianamente sirvieron a los académicos relacionados con la historia del arte, a la manera de una gran biblioteca de imágenes.

Todavía para esa fecha, era posible tomar un rollo de película diapositiva en la mañana, y tenerlo frente al usuario en un par de horas, con alarde de eficiencia y rapidez. Todavía en esa fecha era posible contar con procesos de increíble calidad, como el R3, que permitía, con costos algo elevados, la impresión de imágenes diapositivas a papeles fotográficos.

Pero la broma fue ¿quién lo diría?, que lo pronosticado sí sucedió, y cada vez con mayor frecuencia los usuarios del archivo demandan hoy imágenes digitales. Aquella visión en la que nadie compraría cañones carísimos –entonces como ahora- pasó a ser una realidad cotidiana, y, aunque todavía esperamos mejoras en la calidad y precios, hoy en día casi todos usamos como vehículo de nuestras conferencias la imagen digital o digitalizada.

Esta tendencia, en el recuento de los acontecimientos que les vengo mencionando, fue la que nos obligó a tomar nuestra última disposición, decisión curatorial de importancia que, por supuesto, no significa la supresión del servicio de consulta de las diapositivas, sólo que la tecnología y los cambios en la industria de la imagen posibilitaron que, por primera vez en nuestra historia, en lugar de prestar frágiles imágenes argénticas, lo mismo para procesos editoriales que para proyectarlas en los salones de clase o en las conferencias, ya resulta posible entregar referentes digitales.

Por primera vez, nuestra diapositeca dejará de ser un “banco de fotografías”, para pasar a ser un fondo más de nuestro archivo, uno igual al resto de colecciones especiales como la Luis Márquez Romay, Tina Modotti o Juan Guzmán, que no se prestan, que sólo se consultan.

¿Qué presentes, qué futuros?

El juego de los tiempos parece siempre implacable. Después de todo, de eso trata la materia que nos toca, que es la del saber histórico. Por ello museos, archivos y bibliotecas tienen un papel tan relevante, porque al organizar en catálogos, conservar lo que tienen con sus mejores recursos y promover el conocimiento de los objetos que custodian, los convierten en patrimonio. Ejercen un poder –aunque siempre habrá quien lo cuestione-, que consiste en dar a la sociedad que nos procura acceso y tiempo, tiempo para que los objetos que salvaguardamos perduren, trasciendan a las generaciones, acceso, pues sin convertir al patrimonio en objeto de interés público, ¿qué sentido tendrían nuestras acciones?.

En un momento determinado, la socialización de nuestro acervo se cumplimentó con los modelos creados a partir del servicio y atención a usuarios, que a lo largo de la historia se fueron perfeccionando. Y la verdad es que sólo a partir del arribo de la digitalización se apreció, de forma concreta, la posibilidad de divulgar de una manera más amplia las colecciones del Archivo Fotográfico.

Este no fue, como podría suponerse, un principio manejado a partir del primer proyecto de digitalización pues, como ocurrió en otros lugares, la idea de contar con referentes digitales para la consulta, se alentó con base en la idea de que la preservación primaba sobre el acceso. Entonces se hicieron evidentes algunos problemas cruciales: ¿existe alguna responsabilidad social en las instituciones públicas que custodian el patrimonio cultural mexicano?, ¿cuál es su papel?, ¿qué relación tiene ese papel con sus acervos patrimoniales?, ¿en qué forma y medida la legislación contemporánea contempla a estas instituciones y los intentos de la socialización de sus fondos, sin demérito de otros derechos como los de autor?. Estas fueron algunas cuestiones en las que debimos profundizar, y en las que aún queda margen para establecer definiciones que conciernen no sólo al quehacer del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint.

Nuestros sistemas de clasificación, aquellos que modelamos durante mucho tiempo y que constituyen la tradición local de trabajo con la que describimos nuestras colecciones, ¿podían, así como estaban, responder a los esfuerzos internacionales para la organización de la información?, ¿es la red el camino más adecuado para la socialización? y una vez en la red, ¿es posible orientar los esfuerzos para que la descripción automatizada de nuestros acervos alguna vez pueda federarse?… ¿y eso tiene algún sentido?, ¿tiene sentido participar del concepto de visibilidad en la red, y crear estrategias tecnológicas que permitan a nuestras instituciones proporcionar en sus páginas Internet, algo más que información de tipo administrativo?… ¿ eso es algo deseable?.

No cabe duda que la respuesta a cuestiones de índole similar va de la mano con la proyección de cualquier esfuerzo por modelar los archivos del siglo XXI ya que, quiérase o no, el enorme y complejo proceso que representa la convergencia digital, actúa sin que podamos eludir los retos que nos propone, retos para los que es necesario responder a preguntas como las que se esbozaron apenas, y a otras tantas que habrán de formularse a la luz del tiempo. Retos que suponen el acceso a tecnologías que en muchos casos, apenas llegamos vislumbar hoy, al hablar de repositorios institucionales, de metadatos, de sistemas de respaldo de información adecuados y robustos, de tecnologías para publicar nuestra información en línea, de la web 2.0 y de la sociedad del conocimiento.

Debo decir que para el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint hasta hoy ésta ha sido una aspiración, que con sus correspondientes dificultades, se va convirtiendo en realidad. Una aspiración que, sin embargo, permitió en el periodo que van de 2007 a 2009, darnos cuenta del valor que alienta la Norma Internacional General de Descripción Archivística (ISAD-G), y ensayar su aplicación como modelo de trabajo aplicado a los diferentes niveles de descripción de nuestras colecciones fotográficas, situación que todavía se halla en proceso.

Del mismo modo, hoy en día estudiamos la idea de crear un repositorio institucional, tecnología que dote a los objetos digitales que producimos, entre otras cosas, de un URL único, que permita mantenerlos en línea y se convierta en el modo de citarlos inequívocamente. El repositorio es clave en la gestión de metadatos y en la definición de si Dublin core será, entre los diferentes modelos existentes, aquel que habremos de seleccionar para la organización de dichos objetos digitales. Además, al necesitar ésta tecnología servidores más robustos, la preservación de las colecciones digitales y de todo cuanto hagamos ahí, dependerá de la capacidad que tengamos para aumentar los terabytes instalados y la velocidad de respuesta para arreglar cualquier desperfecto en el nivel de hardware.

Si esa puerta parece delinear el quehacer del archivo en estos momentos, debemos comentar que la preocupación por estudiar qué hacemos con la data que producimos es tan importante como los esfuerzos que dedicamos a la conservación de nuestros materiales argénticos.

Muchos de ustedes, conocen que el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint ha elaborado una consistente trayectoria en la aplicación de la idea de la preservación mediante el control de condiciones ambientales. Lo fue en su momento con la realización de encuentros como “Frío * Seco. Bóvedas para la Conservación de Materiales Fotográficos: Condiciones Ambientales”, realizado en mayo de 2001[3], y desde enero de 2006, con la puesta en marcha de nuestra bóveda y prebóveda, en la que actualmente obtenemos de manera cotidiana índices de permanencia de la imagen que están próximos a los 100 años en sus expectativas, merced a que en esa eterna lucha contra el clima, logramos mantener estabilidad en sus condiciones ambientales promediando 35% de humedad relativa con 15 ºC de temperatura.

De la experiencia de tener un archivo con bóveda, nació la posibilidad convertirnos en un archivo bóveda, es decir, un archivo que pudiera tener control ambiental en todas sus áreas y que, salvando el necesario diferencial de temperatura que cada espacio requiere, manejara ese 35% de humedad relativa, lo mismo en las áreas de documentación y clasificación, como en cualquiera otra donde tengamos almacenados materiales fotográficos.

Este importante proyecto se está implementando actualmente en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, y es un esfuerzo más en la búsqueda por ser un archivo que, alejándose de fundamentar sus acciones en criterios propios, prefiere la implementación de normas y estándares internacionales que ayuden a describir mejor sus colecciones, a resguardarlas a plazos más duraderos y a acercarlas a la sociedad, que con sus recursos, procura su funcionamiento.

Normas y estándares no son palabras que puedan fraguarse desde un solo lugar. El Archivo Fotográfico Manuel Toussaint lo sabe, y como siempre, encamina sus esfuerzos siempre listo a discutir constructivamente sobre estos temas, porque, como decía al principio, sólo así alcanzaremos mejores presentes y futuros más deseables.

 


[1] Cecilia Gutiérrez Arriola, “Elisa Vargaslugo y la fotografía: fotografía e historia del arte”, De arquitectura, pintura y otras artes. Homenaje a Ellisa Vargaslug, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2004: p. 510.

[2] El 22 de junio de 2009, la empresa Eastman Kodak anunció el fin de la producción de la película Kodachrome.

[3] El encuentro se realizó en la Sala Francisco de la Maza los días 21 y 22 de mayo de 2001. Vid: “Encuentro en el Instituto de Investigaciones Estéticas. Bóvedas frías y secas prolongan la vida del material fotográfico”. Gaceta UNAM, 4 de junio de 2001: pp. 18-19. http://www.dgcs.unam.mx/gacetaweb/2001/04jun01.pdf. Consultado agosto de 2010.

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