Pensar el futuro: el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint

Pedro Ángeles Jiménez
Coordinador del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint

La presente lectura se realizó en el marco del Seminario-Homenaje a la Dra. Elisa Vargas Lugo, realizado el 9 de diciembre de 2010, en el auditorio del Centro Cultural Clavijero de la ciudad de Morelia, Michoacán



Para empezar

En el libro homenaje de la Doctora Elisa Vargaslugo, donde festejamos sus 50 años como académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, Cecilia Gutiérrez,  expurgando algunos papeles del Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones Estéticas, nos descubrió que la investigadora emérita de la UNAM y destacada estudiosa del arte virreinal mexicano, tiene una entrañable relación con la fotografía. Ella fue, encargada por don Manuel Toussaint, la primera persona que trabajó de modo sistemático, en la organización de los materiales fotográficos que entonces contaba nuestro Instituto, pero más aún, ella y colegas suyos como Raúl Flores Guerrero o Francisco de la Maza, con viajes a decenas de pueblos o salidas a fotografiar a salas de distintos museos, se encargaron de iniciar de manera significativa, el incremento del que hoy es un valioso patrimonio de México, las miles de fotografías que forman parte de nuestro acervo, en las que se captura y documenta sus manifestaciones artísticas.

También, debo decir que siendo ya su alumno, note que la afición que Elisa Vargaslugo tiene por la fotografía, es, sin duda, algo más allá del promedio. Con todo tino se hizo de manera propia con equipo fotográfico de primera, y ese tezón lo conserva hasta la fecha, habiendo pasado de cámaras leicas, nikon y rolleiflex, a modernas cámaras digitales. Deleitándose siempre con las innovaciones y los cambios tecnológicos mostrados por esa herramienta tan indispensable que es la imagen fotográfica, celebrando y sorprendiéndose siempre frente a cada innovación que le es asequible porque, aún cuando ella misma considerara marginal su actividad como fotógrafa, sobre todo en relación a su muy importante trayectoria académica, nuestra querida Doctora no sólo dio origen formal al Archivo que actualmente represento, también es, al lado del quehacer cotidiano de su saber histórico, un ejemplo de cómo la imagen fotográfica (sea argéntica o digital) convive con los rigores de la investigación de la historia del arte, haciendo una a la otra más sólida y más viva.

Por eso a ella, que con tanto trabajo ayudo a formar el Archivo en que laboramos, dedico este texto en el que delineo parte de mis meditaciones sobre su futuro, pensando que la mejor manera de rendirle tributo, es hacerle saber que su trabajo de tantos años, continúa vigoroso, trascendiendo generaciones.


La memoria inmediata y el culto a lo digital y la vida sencilla


Apenas hace unos días, leí una nota publicada por la BBC titulada Cult of less: Living out of a hard drive. Relacionada a esta, mas tarde encontré en el blog Microsiervos, un post al que llamaron: El culto a lo digital y la vida sencilla, llevado al minimalismo extremo, traducción quizá no literal pero que recoge muy bien la esencia de la información proporcionada por la BBC.

En esa nota, se detallan historias como la de Chris Yurista, un joven habitante de la ciudad de Washington, quién decidió vivir con las menos posesiones posibles. Contra lo que pudiera pensarse, Yurista no es un home less, solo se niega a tener muchas cosas, aunque entre ellas quepa su bicicleta, un portátil, un disco duro externo y un teclado MIDI.

La vida de Chris parecería igual a la de cualquiera de sus amigos, con la diferencia de que él, digitalizó todos sus discos compactos y películas (unos 13.000 MPs en total), cuidando de no acumular cajas ni con ello, posesiones físicas. Toda la ropa que tiene cabe en una mochila. Va de acá para allá en su bicicleta y duerme en casa de sus colegas. Trabaja y come fuera de casa. Dice que la carencia de ataduras físicas a las cosas le hace sentirse más libre.

Esa tendencia al minimalismo o la renuncia a la posesión de objetos no es, desde luego, nada novedoso en la historia de la humanidad y aún de las sociedades contemporáneas, aunque en este caso, llamo la atención al interesante toque digital. Otros seguidores de ese movimiento hicieron de ello un proyecto personal. Kelly Sutton, por ejemplo, montó CultOfLess.com para llevar la cuenta de sus posesiones, con el objetivo de comprobar si era posible «no poseer nada». En su última lista quedaban mas de 106 objetos, incluyendo gadgets como un MacBook Pro, memorias USB y hasta una impresora.

Otros, en cambio, fueron más rigurosos. David Bruno, un padre de familia aficionado a ese minimalismo extremo, planteó su Desafío de las 100 cosas en contra del mundo tan consumista en el que vivimos. El reto consistía en pasar un año completo poseyendo tan solo 100 cosas, y un año y medio después no sólo lo había superado sino que redujo su lista hasta poco más de 90. Curiosamente, las posesiones tecnológicas eran en su caso una minoría de alrededor del 20 por ciento de los 100 objetos con los que comenzó el reto: había unos seis objetos relacionados con la fotografía digital y siete de electrónica o informática: un iMac, un Powerbook, una impresora, un teléfono móvil, un reloj, altavoces y un disco duro, historia que inspiró un articulo en la revista TIME: How to Live with Just one hundred Things.

Curioso es que para estas buenas, pero raras personas, el mayor miedo entre los que podían manifestar es perder lo que han digitalizado. Por lo mismo, nunca paran de buscar formas para realizar copias de seguridad en lugares externos de todo lo que llevan encima porque un golpe, una pérdida o un robo, representaría el fin de cuanto poseen o poseyeron alguna vez. Por su declaraciones, se diría incluso que algunos considerarían el suicidio en caso de perder su vida digital. En realidad, al haber transferido todo al formato de bits, perder sus archivos sería una tragedia tan grande como sufrir un pavoroso incendio, perdiendo muchos de sus contactos, trabajos, recuerdos y quien sabe cuántas cosas más.

Personalmente, podría decir que estas historias no son más que curiosas perversiones de la vida moderna, cuanto mas si consideramos que en sociedades más próximas a la nuestra, hay gente minimalista por necesidad pura, dejando de lado poder adquirir una ipad o la blackberry más novedosa. Lo que me llama la atención es que, dicho de otro modo, esas personas digitalizaron sus vidas, convirtiéndose antes que en coleccionistas de objetos cotidianos: latas, cartas, ranas… en coleccionistas de bits; seres con realidades alternas en las redes sociales, importándoles mucho lo que dicen y se dice en sus cuentas de Twiter o Facebook, y temiendo más que la pérdida de la mochila con los pantalones, la de los almacenes de su memoria.


La memoria colectiva y todo un mundo de imágenes


Ahora demos un salto y contemplemos juntos algunos de los inusitados acontecimientos producidos por la imagen digital. El 16 de septiembre de 2010, apenas hará poco más de un mes a la fecha, mi servicio de fotoblogs favorito, llamado Flickr, llegó a asombrosa suma de 5 mil millones de imagenes. Tal cifra se dice fácil, pero vale la pena recordar que este servicio apenas inició sus actividades en febrero de 2004; su éxito fue vislumbrado por la empresa Yahoo, quién adquirió a Flickr en marzo de 2005, seguramente entendiendo que su Yahoo! Fotos poco podía hacer para competir con Flickr. Yahoo! Fotos cerró definitivamente el 18 de octubre de 2007.

Llegar a 5 billones de imágenes no es un logro en que interviniera el azar; la foto 4 billones fue alcanzada en octubre de 2009, la 3 billones en noviembre de 2008 y la 2 billones en noviembre de 2007. A poco mas de billón de imágenes por año, se calcula que cada minuto se agregan a Flickr poco mas de 5000 imagenes, todas ellas con algún tipo de descripción, un título a lo menos, y muchas, con tags que permiten que los motores de búsqueda lleguen a las imagenes incluso desde los buscadores Google o Yahoo.

Otra información ya presente por cada imagen en automático, es que cuando se agrega al servicio de Flickr, se aportan sus meta-datos exif, generados a partir de la producción o manipulación misma de la imagen. De este modo, casi involuntariamente, cada file digital va adornado por diversos elementos textuales, que al lado de la propia imagen, dan a este extraordinario banco de información, usos que se diversifican y que han cuidado desde el diseño de modelos de impresión de imagenes en papeles fotográficos de alta calidad, diferentes tipos de licenciamiento que van desde el símbolo del copyright hasta todas las variables del creative commons, o la posibilidad de que agencias como Getty Images sume a su banco de imagenes las fotos de quien sea, si cumplen determinados requisitos y se adhieren a su leonino contrato.

Y acaso se sorprendieron, piensen que Youtube apenas tiene seis años de existencia y actualmente sus servidores ya almacenan el equivalente a entre 500 y 600 años de proyección de videos ininterrumpidos, o que Facebook calcula en 10 billones las imagenes que, a la fecha,  han subido a sus servidores todos los usuarios de esa popular red social, algunos aquí presentes.

Ahora, piensen que en archivos como el mío hay menos de 800,000 imagenes, que Fototeca Nacional, Fundación Cultural Televisa o el Museo Archivo de la Fotografía tiene cada uno, algo mas de un millón de objetos fotográficos, y que el Archivo General de la Nación, suma en algo mas de 8 millones, la marabunta ingente de fotos que es necesario clasificar y conservar.

Por otra parte, la producción de cada uno de estos fondos de imágenes llevó décadas, y los esfuerzos por tener catálogos u otros instrumentos de consulta, bases de datos o imagenes digitalizadas, son los esfuerzo donde actualmente nos hallamos enfrascados, batallando, pendientes de dar el primero, segundo o tercer paso, augurándonos tomar decisiones adecuadas en el terreno de la norma o qué ficha hemos de seguir como modelo de trabajo, o cuál es el flujo de catalogación indicado en pos de una mejor productividad, o cómo atender a nuestros usuarios, o de qué modo pueden darse a conocer mejor las colecciones que poseemos.

Tal esfuerzo, no puede compararse a los flujos de información del nuevo tipo de imagenes que, ya se ve, solo en la astronomía de sus números, resignifica la decisión que tomaron las grandes empresas dedicadas a la fotografía, para dejar de producir papel, químicos, cámaras y dispositivos analógicos.

Y aquí seguro captan al vuelo una diferencia sustancial: mientras el territorio analógico se corresponde al mundo de los objetos y la materia, de la física y la química de los componentes de la superficie donde se dio el milagro de fijar una imagen, el territorio de lo digital se corresponde al bit y la información, necesitando siempre decodificadores intermedios para consultarlas, por lo que se considera a la imagen digital non human readeble. La naturaleza de ambos tipos de imagenes es distinta, su tratamiento archivonómico, también, pero sin jamás olvidar que una tecnología es continuidad de la otra.

Para los materiales fotográficos convencionales, hay que buscar controlar las medidas ambientales en que se hallan, en pos de su longevidad; buscar materiales inertes que sirvan como guardas para su correcto almacenaje, configurar series claras que den cuenta de los objetos y ubiquen su localización en el universo archivistico.

Para los materiales digitales hay que buscar modelos de gestión convenientes, pero también estabilidad en el tiempo, en los tiempos largos del futuro, y aquí podríamos abrir la pregunta si…


¿la información digital durara siglos? o ¿cómo mirar el problema de conservar la memoria de largo plazo?


Quiérase o no, el territorio de la informática ya está indisolublemente unido a la gestión de patrimonios bibliográficos y documentales. Mediante usos tecnológicos, la posibilidad de organizar, recuperar y relaciona información hace de los medios tecnológicos, plataformas ideales, pensando en dos funciones claves de cualquier repositorio: su administración y su acceso o divulgación.

Creo que actualmente, pocos harán fichas bibliográficas en máquina de escribir para permitir la consulta al catálogo de alguna biblioteca; ¿alguien hará impresión de guías de colección para fondos documentales?. Actualmente, todo se confía a las bases de datos y entre ellas, una nueva variedad de objetos patrimoniales rondan en la esfera de la información: los objetos digitales.

Desde siempre, hubo medios materiales para permitirle al hombre “fijar información”, y si ese medio era la piedra, vaya si ha perdurado… ahí están el código de Humurabi o la piedra Roseta para demostrarlo… papiros antiguos, códices medievales, papeles coloniales… en ellos, no importa que alfabetos o que idioma se representara; expertos de muchas disciplinas han podido, no sin dificultad, saber que es aquello que se representó en las superficies de esos venerables objetos.

Verdad es que de los tiempos pasados, muchos documentos nos ha llegado… pero también pensemos cuantas toneladas de información se han perdido, es más, ciudades enteras, civilizaciones e imperios devastados, incendios, guerras, incuria humana; maravillas convertidas en ruinas, en polvo o nada, porque así se define la historia con el paso del tiempo.

En lo que respecta a las imagenes fotográficas, todavía quedan ejemplares de Daguer y Fox Talbot, pero creo que pocos entre nosotros somos concientes de cual fue la primera imagen digital que llegó a nuestros archivos o si vale la pena conservar las primeras impresiones hecha con esos medios… la engañosa capacidad de copia les hace, diriamos, más delesnable, produciéndose un curioso fenómeno: hoy en día, todos pretendemos “fijar” nuestra información en medios electrónicos, o ¿me pregunto si alguno de mis colegas aquí presentes, redactó en máquina de escribir o con pluma de ganso su presentación? La tecnología es el medio y el paradigma, es el fin y la parte, es como el hombre, la medida de todas las cosas.

Por esa razón importa, por las ventajas que nos ofrece frente a sus desventajas, por el potencial de consulta frente al potencial de que una falla nos deje sin poder continuar o, como los amigos minimalistas citados antes, nos deje en vilo de un sangrado de información pues ésta siempre es susceptible de perderse.

Por esa razón, en tanto seamos más cuidadosos para respaldar nuestra información y exijamos medios mas robustos para el manejo de nuestros datos, solo en esa medida podremos, pegar el ojo y dormitar, pero, dormirse del todo nunca, pues el peligro inminente de una pérdida siempre nos persigue.

En su siempre interesante columna Hipermediaciones, Carlos A. Scolari se preguntaba si ¿Podremos leer un PDF dentro de 100 años?. Para quienes hemos vivido este paso del siglo XX al XXI, pensar qué significa el lapso de una centuria es algo relativo, y tanto mas con todos los centenarios celebrados a ultima fecha. Recordemos sin embargo que hace un cuarto de siglo, el desarrollo del cómputo como hoy lo conocemos, parecería cosa de ciencia ficción.

Como siempre, existirá quien piense que formularse una pregunta como la de Scolari es algo ocioso. Viva Adobe, larga vida a Microsoft … ¿pero esas empresas duraran como Ford o IBM, algo mas de una centuria? ¿quién lo garantiza? ¿su cotización en el índice Nasdaq?

Pareciera por ello, una buena estrategia concentrarse en sistemas RAID, en cloud computer y el uso de software libre, de modo que cualquier marca propietaria que ponga en riesgo con su existencia a nuestros valiosos datos, se cambie lo más pronto posible.

Después de todo, no hay que ignorar que este último cuarto de siglo contiene las décadas en que nuestras sociedades han “fijado” mayor cantidad de información respecto a toda la historia de la humanidad, pero inquietantemente y debido a que está en discos duros y dispositivos electrónicos de vida perecedera, también es la que corre el mayor riesgo de perderse.

La interesante reflexión de Scolari,  habla primero de cómo aun en la modesta experiencia de cada quién, cierren los ojos y recuerden, siempre hay pérdida de datos, pero además, Scolari conduce a otro extraordinario artículo de Alexander Stille titulado Are We Losing Our Memory? or The Museum of Obsolete Technology (Estamos perdiendo nuestra memoria? o el Museo de la tecnología obsoleta), el cual narra la experiencia derivada del Departamento Especial Conservación de Medios de Comunicación del Archivo Nacional de Washington -la misma ciudad de nuestro minimalista del principio-, especie de museo tecnológico en el que archivistas se dedican a recuperar información de medios de comunicación que desde hace tiempo salieron dejaron de usarse.

En ese laboratorio, podríamos encontrar a un ingeniero moviendo las bielas de un viejo fonógrafo de Thomas A. Edison… Un disco cilíndrico comienza a girar y por el cuerno de madera de repente se escucha el oompah pica-pah de una banda de música, que toca una melodía en un desfile de los Caballeros de Colón llevado acabo en julio de 1902.

En ese mismo lugar, trabajan sistematizando los millones y millones de documentos electrónicos producidos por la burocracia norteamericana, la impresionante cantidad de correos electrónicos que llegan a la Casa Blanca y otras dependencias gubernamentales pero también, ahí se escuchan rumores inquietantes…


“desde hace varios años circuló … que los datos del Censo de los Estados Unidos de 1960 se había perdido. Según la historia, la información se encuentra bloqueada en obsoletas cintas de computadora de 36 años de edad, que ya no pueden ser leídas por las máquinas de hoy. El Archivo tranquiliza a la población diciendo que el material fue copiado de forma segura a medios más modernos. Los datos del censo deben mantenerse en privado hasta 72 años después de su recolección, el rumor probablemente persistirá hasta que investigaciones independientes puede ver el material por sí mismos en el año 2032…”


Y así, contemplamos que aún los maestros en la administración de la información, tienen historias que contar sobre los avatares de la vida moderna de los datos. Entonces me pregunto si hay que tomarse a la ligera la definición de los caminos que debemos tomar para la salvaguarda de nuestros datos. Más que una ocurrencia, ese ha de ser todo un ejercicio de compleja y meditada investigación, de decisiones colegiadas y de búsqueda de respuestas colectivas.

¿Existe alguna esperanza? Primero, valdría la pena recordar que la obsolescencia de las herramientas de cómputo es una maldición que nos acosa pero, con todo, en el descubrimiento de mayor poder de procesamiento, de mayor capacidad en la transferencia de datos, también tenemos mayor alcance en el almacenamiento de información a precios más asequibles. En los territorios del hardware, el chiste es mantenerse alerta y tener la capacidad de remontar su uso para no quedar varados entre cables y fierros que mas adelante no puedan leerse.

Y entonces me pregunto si garantizar la seguridad de nuestros datos, es tarea de cada quién, de uno, aislado, o debiera ser una tarea de interés nacional. Es un hecho que hoy en día, los gobiernos, en cualquiera de sus esferas, generan una cantidad inmensa de información que no abre a la sociedad. En otro lado había escrito, por ejemplo, que nada me obliga a poner información sobre mi archivo en la red, nada que no sean la premisas de la visibilidad (La ciencia que no se ve no existe, como dice REDALYC), o interés personal, me llevan a meditaciones y acciones como las que aquí vamos describiendo. ¿Eso siempre será de esa manera?, ¿algún día nuestra sociedad, en lugar de observarnos complacientemente, tendrá la capacidad de exigir lo que por derecho le corresponde?

Pero, ¿cómo podremos al futuro cumplir con esa responsabilidad?… será suficiente que en la administración de nuestros datos, en el crecimiento de nuestras bases de datos, del número de nuestras digitalizaciones, aparte de pensar si tienen el potencial de ser colgadas en la red, o cuidar si tienen convenientemente asignados sus metadatos DUBLINCORE, ¿algún día toda nuestra información será capaz de ofrecer servicios federados? ¿los cosechadores de datos podrán encontrar eficientemente nuestras agujas en medio del pajar inmenso de la red?

Ante tales inquietudes, todavía busco respuesta con un grupo de colegas de mi institución y de otros lugares, y hemos entendido que entre varias, la idea de utilizar la tecnología de repositorios institucionales podría resulta una opción adecuada. Dspace o Fedora Commons son términos habituales en el territorio de universidades. Con tecnologías como esa, cubren su necesidad organización y clasificación de objetos digitales, porque entre varios atributos más, a ella son comúnes términos como preservación digital,  que es como debemos atender a los dilemas de mantener nuestros datos a largo plazo, o términos como el de persistent URL, sistema que dota a cada uno de nuestros objetos digitales con un ID de clasificación ya no sólo para los fines administrativos de un archivo determinado, sino también para que pueda ser citado como un objeto existente en la red.

Esta es la linea de trabajo en la que creo. Esta mira al futuro porque tiene la posibilidad de enlazarse, gracias a su arquitectura, con otros repositorios existentes en diversas instituciones y universidades. Creo, como un credo bien asentado, que los esfuerzos individuales no van a prosperar, que la fuerza de todo gremio va a residir en la forma como podamos establecer redes colaborativas cada vez mas fuertes. También creo que a nuestro país, le hacen falta urgentemente, actitudes que subsanen la falta de políticas respecto a lo que nos interesa. Es posible que algunos de ustedes conozcan PARES, el portal de archivos españoles en red, recientemente me llego una noticia:

Estimados/as usuarios/as:

Nos complace informaros que ya está disponible para su consulta en el Portal de Archivos Españoles PARES, desarrollado por el Ministerio de Cultura, la serie documental del Registro de Ejecutorias de la Real Chancillería de Valladolid, custodiada en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Cuenta con más 180.000 registros descriptivos y más de 2.000.000 de imágenes digitalizadas.

La riqueza documental de este fondo, unida a la amplitud del ámbito temporal y geográfico que contempla (aproximadamente 180.000 documentos comprendidos entre los años 1395 y 1834, relativos a los territorios de 9 comunidades autónomas) ofrecen una panorámica inigualable de la historia judicial, económica y social de los territorios de la Corona de Castilla situados al norte del río Tajo durante el período que va del final de la Edad Media a los inicios de la Edad Contemporánea, ya que en esta documentación están representados la totalidad de los estamentos sociales y la totalidad de las instituciones civiles y religiosas, públicas y privadas, destacando especialmente aquellos sectores de la sociedad que no suelen dejar testimonio escrito de su existencia.

A través del siguiente enlace se puede obtener más información:

http://www.mcu.es/archivos/Novedades/novedades_ACV_RegistroEjecutorias.html

Un cordial saludo

Información del Portal de Archivos Españoles-PARES

Subdirección General de los Archivos Estatales

Ministerio de Cultura

http://pares.mcu.es/


Algun día, en el futuro, ¿nos tocara decir cosas así de nuestros portales federados…?  muchas gracias.




   Enviar artículo en formato PDF   

No hay Comentarios

No hay comentarios todavía.

DEJA UN COMENTARIO

Feed RSS de Comentarios   TrackBack URL

.