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MORELOS
proyOtomi
  • INTRODUCCIÓN
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EL PAISAJE SIMBÓLICO, UNA MIRADA AL ARTE RUPESTRE DEL NORTE DE MORELOS.

Al norte del actual estado de Morelos, existen una serie de espacios marcados con arte rupestre, estos sitios se relacionaron entre sí durante la época prehispánica a través de una ritualidad compartida en la región, la cual es posible rastrear por medio del corpus iconográfico, las rutas de intercambio y el paisaje ritual.

     El estudio gira en torno al arte rupestre, éste generalmente es entendido como un conjunto de manifestaciones plásticas, realizadas en un soporte rocoso y en un medio natural que es significado en distintos momentos históricos por los habitantes de aquel espacio, con la intención de convertir el paisaje natural en un paisaje cultural, y particularmente en un paisaje ritual y simbólico.

     Para el estudio del arte rupestre utilizaré los postulados de la Arqueología del paisaje, tomando como base lo propuesto por Criado Boado, en cuanto al paisaje como producto social, son tres elementos que lo conforman: el entorno físico o matriz medioambiental, es decir, el paisaje natural; el entorno social o medio construido, se trata de un paisaje cultural; y finalmente el entorno pensado o medio simbólico, es decir un paisaje simbólico, en este tipo de paisaje tiene cabida el paisaje ritual, aquel que recuerda y reactiva el pasado mítico de un pueblo y su relación con las deidades. Así, a partir de la arqueología del paisaje retomaré el estudio del arte rupestre en algunos sitios en la región norte del actual estado de Morelos.

    Partiendo de lo anterior, el proyecto buscará indagar y reconstruir el paisaje simbólico y ritual en la región norte del actual estado de Morelos, así como parte del sur del Distrito Federal, a través del estudio de algunos sitios de arte rupestre presentes en el territorio que actualmente ocupan los municipios de Tlayacapan y Tepoztlán, principalmente en las montañas del Zihuapapalotzin y el Tlatoani en Tlayacapan; el Tepozteco y el Mirador, en Tepoztlán; así como lugares ubicados en las actuales delegaciones de Milpa Alta y Xochimilco que pudieron ser sagrados, y en los que aún se conservan grabados y restos arqueológicos. Entre ellos destacan dos volcanes, el Teuhtli y el Tláloc, dos espacios con marcas culturales específicas como pintura rupestre, restos arqueológicos y una constante actividad ritual en los mismos. Los sitios pintados, las montañas y los volcanes antes mencionados comparten características geográficas y simbólicas que permiten agruparlos en una región, por tanto, estos sitios conforman el paisaje a estudiar.

    En cuanto a la temporalidad, el estudio se enfoca a los periodos del Epiclásico y Posclásico, periodos ampliamente representados en el arte rupestre de la región, lo cual he podido corroborar no sólo por la consulta de los trabajos realizados por otros estudiosos, sino también por mis propias investigaciones de campo.

ROSTROS EN LA MONTAÑA. ARTE RUPESTRE EN TLAYACAPAN Y AMATLÁN, MORELOS

En Tlayacapan, al norte del estado de Morelos, existen una serie de espacios con pintura rupestre que se dispersan entre los cerros llamados Zihuapapalotzin y Tlatoani. Cerros de gran importancia ritual aun en la actualidad. Hasta el momento se han registrado cinco espacios con presencia de pintura rupestre que va desde líneas y espirales hasta complejos dibujos tipo códice.

     Con predominio del color blanco y rojo, los parajes de Ecaullan, Tepexi, San José Ameyalco y el cerro del Tlatoani alojan distintos conjuntos, que por sí mismos son de gran complejidad para su estudio. Por lo tanto, para el presente trabajo sólo retomaré una figura en particular que se dibuja de formas distintas en un radio de pocos kilómetros. Se trata de la imagen de Tláloc inserta en dos paneles -uno en Tepexi y el otro en San José Ameyalco- donde se yergue como la figura central de los mismos. Un numen tan característico del Altiplano Central es dibujado aprovechando las formas de la roca que sirve de lienzo para mostrar diversas maneras de representar a una misma deidad. A pesar de la cercanía entre los sitios, la solución iconográfica es dispar, pues mientras observamos a un numen dibujado con trazos sencillos y esquemáticos, en el mismo sitio aparece una representación polícroma, mientras que en otro encontramos dibujado un objeto ritual que contiene al numen, en este caso una olla tipo Tláloc.

     Son tres figuras que me interesa comparar, pues en un núcleo de pinturas ubicadas en un radio de 16 km, existe autonomía en los trazos, pero al final representan la misma idea: fertilidad.


Al norte de Morelos se encuentra el municipio de Tepoztlán, lugar donde las montañas y cañadas inundan el paisaje de un verdor que nos obliga a voltear y admirar tantas caídas de agua, manantiales y enormes amates que sostienen firmemente sus raíces entre las paredes de los cerros. Los habitantes del lugar, a lo largo de su historia se han caracterizado por sus luchas ante presiones externas para salvar sus montañas y recursos naturales, ellos son conscientes de la importancia del paisaje en su vida diaria, así como lo fue en la de sus antepasados y lo será para sus futuras generaciones, por ello es indispensable defender sus montañas y sus recursos naturales.

     El sitio arqueológico en la cima del cerro Tepozteco es el más conocido de la región pero no es el único, existen zonas dispersas entre la cabecera y los pueblos que pertenecen al municipio, muchos de ellos sin explorar y algunos que cuentan con estudios realizados por especialistas. Además de los vestigios arquitectónicos y piezas encontradas en la región, Tepoztlán es el municipio con el mayor reporte de sitios con arte rupestre. Desde 1948 Florencia Müller entregó informes sobre algunos lugares en el territorio, informes que sentaron las bases para que en la década de los ochenta del siglo XX, el proyecto del Atlas Nacional de Arqueología registrara más de quince sitios en la región, esta lista fue solo el principio, pues a la fecha el número de sitios sigue creciendo gracias a la información que los habitantes otorgan a los estudiosos.

     La presencia de arte rupestre, parece inundar las montañas de Tepoztlán, se encuentra en sitios sobre las montañas y en las laderas de las mismas, cerca de fuentes de agua y antiguos hornos de cal, así como en peñas y parajes desde los que se puede dominar el paisaje. Estas imágenes nos recuerdan a las de otros sitios dentro del estado, donde la mayoría de los dibujos fueron hechos en color blanco, tal vez a base de un preparado calcáreo, y se caracterizan por se figuras delineadas que en ocasiones se rellenan de color blanco. A veces, el color blanco en las pinturas llega a mezclarse con el color rojo, esté último color parece delimitar el dibujo que muchas veces se rellena de blanco, técnica que también aparece en sitios de Yautepec y Malinalco. Las figuras ostentan distintos tamaños, que permiten mayor o menor visibilidad de las mismas, al parecer estas características responden a discursos diferentes, los más visibles podrían ser referencias espaciales o para uso en rituales públicos, mientras aquellos que no son evidentes, pudieron estar reservados para la contemplación y uso simbólico de un grupo reducido. Es importante destacar que en ambos tipos de imágenes, la roca juega un papel fundamental, al otorgar volumen y juegos de luz a las mismas, dando características específicas a la pintura a través del espacio que se escogió para realizarla. De entre los sitios de arte rupestre que se localizan en los poblados de Tepoztlán, destacan los que se encuentran entre las montañas de Santiago Tepetlapa y San Andrés la Cal, así como los sitios en Amatlán, Ixcapetec y Santo Domingo Ocotitlán.

     En estos lugares existen imágenes recurrentes, entre las que resalta la presencia de rostros, en particular el rostro de Tláloc, personaje que aparece con sus característicos atributos, sus anteojeras y bigotera que lo hacen reconocible.

     Tláloc se vuelve una constante que es acompañada por distintos elementos que parecen dar varias connotaciones a los sitios; los más recurrentes son la imágenes del venado y de la luna, relacionados con el sacrificio y la fertilidad, respectivamente.

     Hilar una historia a través de la imagen de la luna y Tláloc, nos lleva a pensar en la fertilidad, pero al mismo tiempo, nos conduce hacia las rutas transitadas por deidades del pulque, uno de ellos Tepoztécatl, dios patrono de Tepoztlán.

     El venado y la luna se convierten en un binomio visual que aparece en más de un sitio, por lo que debe ser analizado con detenimiento, sin perder de vista que cada lugar, aunque pueda compartir elementos visuales, tiene un discurso propio.

     Registrar todos los sitios del municipio es un tarea inminente, pero titánica, por ello, el proyecto reconoce las limitantes que se tienen para llevar a cabo un registro exhaustivo, y se restringe a algunos sitios ubicados en la cabecera municipal, Santiago Tepetlapa, San Andrés la Cal y Amatlán, en los que se privilegian aquellos espacios pintados que se ubican cerca de caminos que en la actualidad sirven para comunicar a estos municipios de forma cotidiana y en momentos rituales.

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