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Introducción Querétaro BORDADOS En esta página no pretendemos presentar todo el arte rupestre que puede ser atribuido con razonable certeza a comunidades otomíes. Nos centramos en dos regiones del Estado de Hidalgo, que tuvieron fuertes relaciones entre sí a lo largo del tiempo pero que constituyen entornos naturales muy distintos. La mayoría de los trabajos se centran en el Mezquital, y en particular en las faldas de la gran caldera volcánica del Hualtepetl. Con el paso del tiempo el arte rupestre llegó a hacerse presente en todas las barrancas que bajan desde lo alto y llevan los arroyos a reunirse con los ríos Tula y San Juan. Esta asombrosa abundancia de imágenes corresponde en gran medida a una tradición pictórica de pintura blanca que se inició a finales del período prehispánico cuando la región estaba bajo el mando de la Triple Alianza y perduró durante el período colonial, con algunos casos aún del porfiriato. Pero también hay manifestaciones de tradiciones artísticas distintas, tanto de épocas anteriores como de variaciones estilísticas y técnicas contemporáneas a esa tradición de pintura blanca. Por lo menos desde el período del Epiclásico (600 a 900 de la era) hasta ahora, la región ha sido poblada predominantemente por comunidades otomíes, con alguna presencia de nahua hablantes y en gran medida el arte rupestre dialoga con otras expresiones del arte y la cultura otomí como son los murales en iglesias y capillas, el arte textil y los rituales. En la Sierra Madre Oriental, las comunidades otomíes conviven con grupos de habla nahua, tenek y tepehua. El arte rupestre que se estudia aquí se encuentra en territorio que fue otomí hasta tiempos modernos y que puede ser entendido a la luz de los mitos y rituales otomíes de la sierra, como en el caso particular del culto a los antepasados. |
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