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SIERRA MADRE ORIENTAL
proyOtomi
  • SIERRA MADRE
    ORIENTAL
  • ANTEPASADOS Y
    ARTE RUPESTRE

     En esta región desde hace muchos siglos han confluido tepehuas, totonacos, nahuas y otomíes. Éstos últimos, extendían sus dominios desde el centro de México hasta la región serrana, bajo el reino de Xaltocan desde el siglo XIII. Amplia extensión territorial que se reduce tras la derrota que sufren los otomíes ante los tepanecas de Azcapozalco y los acolhuas de Cuauhtitlán en 1395; suceso que los obligó a replegarse a sus antiguos territorios de Tutotepec y Meztitlán; mientras que otros de sus parientes decidieron irse a Tlaxcala.

Los otomíes de los señoríos de Meztitlán y Tutotepec continuaron defendiendo su territorio durante el siglo XV de manera eficaz, ante los acolhua-chichimecas de Texcoco. Sin embargo, a finales de ese siglo y a principios del XVI, los mexicas lograron establecer varios enclaves; en Tulancingo, Atotonilco y Acaxochitlán. Es así que convivieron varios grupos (nahuas, acolhuas y otomíes) en algunas comunidades del Valle de Tulancingo, en donde las alianzas matrimoniales tuvieron un lugar preponderante.

 

     Con la llegada de los españoles y los primeros frailes en el siglo XVI y principios del XVII se ve mermado nuevamente el antiguo territorio independiente de los otomíes por varias causas: a) las epidemias del cocoliztli y sarampión acabaron con más del 80 % de la población; b) la huida del resto de naturales ante las políticas de congregación; c) el despojo e invasión de tierras por unos cuantos españoles y d) la persecución evangelizadora que llevaron a cabo los primeros frailes, lograron que los otomíes perdieran gran parte de su territorio en el altiplano, desde Tulancingo, Acatlán, Acaxochitlán, Metepec, Atotonilco, y lo que ahora es parte de Agua Blanca de Iturbide, además de una enorme extensión de Huayacocotla.

 

     En la región del altiplano y de las estribaciones de la sierra ya no existen otomíes -excepto en Santa Ana Hueytlalpan-, pero se ha podido reconstruir históricamente su presencia por los documentos de archivo y los sitios de pintura rupestre, éstos últimos como reconfiguración del territorio sagrado de los antiguos otomíes.


Los mitos de creación, la vida ritual y la tradición oral de los actuales otomíes hacen referencia a una época en la que habitaron en la Tierra los "gigantes", también conocidos como los Wema, los "Antiguas", los "Dueños del Cerro" y del pueblo. Seres que construyeron, -se dice-, "en una sola noche la iglesia de Tutotepec", sin embargo, "vino un gran diluvio y salió el Sol por primera vez", por eso ahora se encuentran contenidos (petrificados) en el interior de la cueva, los cerros, los acantilados, las barrancas, las piezas y las ruinas arqueológicas, desde donde aún siguen mandando y comunicándose con los vivos.

    Esas mismas narraciones de la vida ritual otomí las hemos encontrado plasmadas en el arte rupestre, tanto del Mezquital como de la Sierra Madre Oriental. En donde los rostros, las manos y los gigantes de cuerpo completo se encuentran delineados en la pared rocosa. Elementos que evidencian el simbolismo y la importancia de la roca como contenedora de "otros seres", de "otros tiempos", de "otra era", de otro espacio, y como punto de comunicación con el mundo subterráneo de los antepasados. Estas representaciones de los gigantes en pintura rupestre de tradición otomí, son la versión más arcaica del culto a los ancestros. Tradición de origen prehispánico, de la que por lo menos se tiene registro en la gráfica rupestre desde el posclásico (1200-1521 de n. e.). Supervivencia que ha mantenido su continuidad hasta nuestros días por medio de la trasformación, la yuxtaposición y la metamorfosis.

    En ese contexto, ahora se hace necesario pasar de la analogía etnográfica a la confrontación de la memoria y la imagen, poner atención ahí en donde los habitantes de San Antonio Tezoquipan, de Alfajayucan hacen su propia exegesis de los "huema" que se encuentran representados en los sitios de pintura rupestre aledaños a su comunidad; en las asociaciones que hacen algunas personas del Yolo, Acatlán, Hidalgo, sobre "el rostro negro" y en lo que cuentan los vecinos de la Cueva Pintada (Calabazas) de algunas representaciones en particular.

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